Terapia Psicomotriz en Tercera Edad
Es un hecho generalizado, a nivel mundial, el incremento de la población de mayor edad. Este hecho acarrea la necesidad de pensar esta realidad desde diferentes disciplinas y de encarar un abordaje preventivo y saludable desde mucho tiempo antes de que sobrevenga este periodo del ciclo vital.
Una nueva conceptualización acerca del proceso de envejecer, lleva a considerar una serie de aspectos donde la preocupación por los problemas socio sanitarios se apoya en el logro de dos condiciones: independencia y participación activa, en contraposición a las clásicas consideraciones acerca del envejecimiento, como invalidez, aislamiento y marginación.
A nivel regional, se habla de lograr un cambio cultural en la población que signifique un mejor trato y valoración de los adultos mayores, lo cual implica una percepción distinta sobre el envejecimiento y la vejez y así alcanzar mejores niveles de calidad de vida para los mismos. Para ello, la sociedad debe aprender a percibir y valorar el patrimonio moral, la experiencia, la riqueza espiritual y cultural de los adultos mayores.
Se trata de lograr que la sociedad cambie su percepción y valoración del envejecimiento, visto en general como un período de enfermedad, pasividad y
decrepitud.
Esta nueva visión implica un desafío social y un cambio cultural, asumiendo que la gran mayoría de los adultos mayores son sanos y pueden aportar a la sociedad.
Desde la Psicomotricidad, y mediante diferentes intervenciones, se potencian aspectos preventivos en relación al mantenimiento del tono muscular funcional, al control postural flexible y a la expresión corporal de las emociones (expresión o expresividad psicomotriz), dado que el tono muscular se encuentra directamente vinculado a las mismas. Esta lectura sobre la estructuración tónico emocional de las personas y sus modificaciones, necesariamente se realiza utilizando las herramientas de análisis y de intervención que nos brinda la psicomotricidad.
Se intenta también favorecer una organización espacial y temporal plástica y una integración de las praxias.
La psicomotricidad desempeña un papel fundamental en el desarrollo armónico de la personalidad, proponiendo distintas formas de intervenir en todas las etapas del ciclo vital y en diferentes áreas como la salud, la educación, la recreación, en abordajes de promoción, prevención, reeducación, rehabilitación y terapéuticos.
Desde la psicomotricidad se considera al cuerpo como un lugar de particular integración de lo neurofisiológico y lo psicológico, a lo cual se agregan aspectos sociales y culturales. El cuerpo como construcción en y para la relación con el otro, pero también para la relación consigo mismo.
Si bien es a partir del cuerpo del otro que el sujeto va construyendo su sí mismo, su identidad, la instancia yoica, ese es también un cuerpo para sí, lugar de placer, de disfrute y de toma de conciencia, la cual se va produciendo a partir del acceso al lenguaje simbólico.
La psicomotricidad es una disciplina que habitualmente se asocia a la infancia, las experiencias con otras etapas del ciclo vital son escasas, puntuales y dispersas.
En este sentido, la experiencia relacionada con los adultos mayores es un área
de desarrollo profesional muy poco explorada y, en algunos momentos, resistida, dado que el trabajo en otros periodos resulta más gratificante para los estudiantes y jóvenes profesionales que se acercan a la disciplina, y es vivido en forma más segura por los psicomotricistas con trayectoria profesional.
No ha sido, por tanto, sencillo sostener una propuesta de trabajo en envejecimiento y vejez desde la formación académica.
La meta actual para el trabajo con el adulto mayor considera mantenerlo en su medio habitual el mayor tiempo y con el mayor grado de integración posible, de forma de seguir compartiendo actividades y cumpliendo aquellos roles que le corresponden y que son imprescindibles para la sociedad.
En este sentido, desde la psicomotricidad, trabajamos a diferentes niveles, aspectos emocionales, aspectos instrumentales, la imagen corporal, la autoestima, las sensaciones, los valores, intentando capitalizar los cambios y el paso del tiempo de forma positiva.
Pretendemos generar cambios para que el sujeto se fortalezca disminuyendo los componentes de riesgo en salud mental que llevan a la depresión y al aislamiento.
El enfoque psicomotor, dinámico en su esencia, posibilita que el empleo de diferentes técnicas rescaten la dimensión afectiva del adulto mayor.
La práctica de movimientos corporales despierta imágenes mentales, apareciendo a través de las sensaciones musculares el desarrollo del ritmo; la evocación a través de diferentes recursos mediadores, como la música y diversos objetos, posibilita que se manifiesten otras zonas poco desarrolladas por el sujeto a lo largo de su vida.
El adulto mayor tiene así la posibilidad de exteriorizar, a partir del trabajo corporal, sentimientos y emociones, tomando conciencia de sus afectos a partir de movimientos expresivos. Para ello, se debe generar en el individuo la necesidad de cambio, desde un abordaje que se posicione en un nivel preventivo, preparando al adulto para poder envejecer de la mejor manera posible.
¿Cómo se abordan los cambios en la imagen corporal? Desde las técnicas expresivas proyectivas, para poder hacerse cargo de los cambios, de las pérdidas, pero también poder capitalizar los beneficios o adquisiciones que las nuevas situaciones acarrean.
En los talleres de trabajo corporal se intenta rescatar el placer por el movimiento, los espacios lúdicos que se van perdiendo, sin prejuicios ni críticas; desandar el camino de la rigidez y la represión adulta que lleva a racionalizar y a mediatizar con el discurso lo que se puede vivenciar a un nivel más primitivo; dar el permiso para hacerlo, provocar al cuerpo para poder expresarse a través de él.
El trabajo con la estructura psicomotriz de la personalidad del adulto mayor posibilita ir a lo profundo de su ser, ubicándose como productor o generador de sus propias transformaciones. Desde lo técnico, ello exige estar preparado para sostener este tipo de trabajo generador de intensas transferencias, que evocan el paso del tiempo en sí mismo, el lugar de los adultos mayores en la propia estructura familiar, etc., y para sostener un diálogo corporal profundo con el otro, el cuerpo erógeno.
El trabajo en psicomotricidad lleva a reflexionar sobre qué tan cerca se encuentra el técnico de su propio proceso de envejecimiento, del de sus mayores y con qué características lo está haciendo; es obvio que este trabajo nos interpela a múltiples niveles y, como todo trabajo que se inscribe en el área de la salud, debe tener instrumentado el dispositivo de la supervisión.
En conclusión, la actividad psicomotora es muy beneficiosa para los ancianos, tanto sanos como con patologías diversas, en la gran mayoría de los casos no solo es positiva, sino necesaria pata manejar déficit cognitivos y mejorar la movilidad a modo de actividad física adaptada.
A partir de la experiencia vivida a lo largo de la residencia, se considera que para que la vivencia corporal en las personas mayores, sea trabajada con éxito y que la actividad sea gratificante, el terapeuta tiene que estar altamente motivado y con bastante tolerancia a la frustración. Se tiene que procurar que las actividades sean lo mas creativas posibles para promover la participación de las personas, sin infantilizar a los ancianos y sin que el terapeuta se haga pasar por un bufón.
La intervención psicomotriz, según se ha desarrollado esta experiencia, no implica movimiento, actividad y juego sin ningún otro objetivo, sino que están bajo aquello una serie de principios y objetivos dentro de las programaciones de sala.
Se llega a la conclusión que el psicomotricista es necesario en los centros o instituciones para mayores, si es requerida la psicomotricidad como prevención primaria en centros de ocio para ancianos, es mucho mas necesaria y demandada (o al menos debería) como prevención secundaria y terciaria.
El psicomotricista, a partir de las herramientas terapéuticas, logra que el adulto mayor, vuelva a percibir sensaciones y deseos corporales, que habían desaparecido, a partir de este nuevo redescubrimiento del cuerpo, en el aquí y ahora, el adulto llega a completar su esquema, su sexualidad y corporeidad.
Así, es un buen punto de partida para la difusión del rol del psicomotricista y su necesidad en el campo de la tercera edad; y si una intervención terapéutica que aporta recursos tanto de tipo motor como cognitivo y socioafectivo es percibida por el paciente como lúdica, divertida y motivante, la adhesión por parte de los pacientes será fácil y el éxito de la intervención será notable.